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Conservar los ecosistemas que contribuyen al bienestar humano a nivel local favorecería los objetivos globales de biodiversidad, clima y desarrollo

El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas se reunirá en unas semanas en Montreal con el fin de adoptar nuevos objetivos de conservación, restauración y gestión de la biodiversidad. Estos tres marcos influirán en el desarrollo sostenible del resto de la década junto con el compromiso mundial de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y el Acuerdo de París sobre cambio climático.

Los objetivos de protección de los ecosistemas y la biodiversidad han sido criticados por no tener en cuenta las necesidades de las personas que más dependen de ellos de forma directa, por ejemplo las comunidades indígenas y otras comunidades locales. Por ello, identificar las contribuciones que aporta la naturaleza a las personas de forma directa es esencial para asegurar una toma de decisiones de conservación de la naturaleza de forma equitativa y justa.

Un nuevo estudio realizado por un equipo científico internacional en el que han participado, entre otros, investigadores del Basque Centre for Climate Change (BC3), Ikerbasque y del Proyecto Capital Natural en la Universidad de Minnesota demuestra cómo la conservación de la naturaleza contribuye al bienestar humano a escala local y global, y mapea aquellos ecosistemas que son esenciales para las comunidades locales y que además contribuyen al bienestar de la sociedad a nivel global.

Publicado en Nature Ecology & Evolution, este trabajo muestra que la conservación del 30% de la superficie del planeta y del 24% de las aguas costeras podría mantener el 90% de la contribuciones que actualmente ofrece la naturaleza a las personas de todos los países. Estos beneficios vitales que aporta la naturaleza tienen un enorme valor cultural y económico ya que están asociados con la provisión de alimentos, agua potable, bienestar físico y mental, además de otros muchos beneficios culturales de valor incalculable.

Dar prioridad a los esfuerzos de conservación, protección y restauración de las áreas identificadas como “activos naturales críticos” podría mantener una alta proporción de los beneficios naturales que obtienen las personas de forma directa. “Todas las personas del planeta se benefician de la naturaleza”, afirma Becky Chaplin-Kramer, autora principal del estudio en la Universidad de Minnesota. “Lo que llama la atención es la cantidad de personas que se benefician de una proporción relativamente modesta de toda la superficie terrestre mundial. Si pudiéramos mantener estas zonas en su estado actual mediante mecanismos de conservación, seríamos capaces de garantizar que estos beneficios para las personas, tanto a nivel local como global, continúen durante años”.

Estos valiosos ecosistemas se encuentran en todos los rincones del planeta. Algunos, como los bosques de la cuenca del Congo, son fuentes de valor ambiental reconocidas. Otros, en cambio, pueden pasar más desapercibidos, pero cada uno es vital para las respectivas comunidades a las que sirve. Cabe destacar que en todos los países también hay zonas que son esenciales a nivel mundial para la mitigación del clima y la biodiversidad, como el Amazonas, pero que no pueden proporcionar todos sus beneficios a nivel local y, por lo tanto, requieren que se preste una mayor atención a la conservación de las zonas cercanas, como el río Paraná, que conecta los numerosos núcleos de población en el centro de Sudamérica. Del mismo modo, las cabeceras de los ríos Yangtze y Mekong surgen como áreas de importancia clave para muchas personas en Asia.

Medir y cartografiar las áreas que proporcionan importantes beneficios a las personas aportaría la información necesaria para que los responsables políticos tengan más en cuenta los impactos en las comunidades locales a la hora de elegir políticas e inversiones de conservación. Unai Pascual, profesor Ikerbasque en BC3, cpresidente del reciente Informe de evaluación sobre los valores diversos y la valoración de la naturaleza de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) y coautor de este estudio, afirma que "esta investigación ayuda a responder a una pregunta crucial: ¿dónde debemos centrar nuestros esfuerzos para la conservación de la naturaleza con una visión global? El estudio identifica las áreas terrestres y costeras críticas a las que se podría dar prioridad para la conservación, asegurando al mismo tiempo que los beneficios de la naturaleza, como el suministro de agua limpia, la seguridad alimentaria o la protección contra las tormentas, sigan llegando a las comunidades locales, así como a la humanidad en su conjunto, por ejemplo mediante la regulación del clima".

El estudio ofrece la visión más completa respecto a las contribuciones de la naturaleza a las personas que se ha cartografiado hasta ahora a nivel mundial. Además, el enfoque desarrollado puede utilizarse a varias escalas de toma de decisiones y complementarse con las aportaciones de expertos y partes interesadas locales. "Los mapas globales pueden ofrecer una visión global y revelar patrones a gran escala, pero requieren un contexto local para la toma de decisiones. Es como si una aplicación de mapas en tu teléfono te diera primero una visión general de tu ruta, pero si quieres ver cómo será una vez que llegues a tu destino, cambiaras a una vista a nivel de calle: necesitas ambas cosas para saber realmente a dónde vas", explica Chaplin-Kramer.

Pascual añade que "el estudio puede ayudar a que los esfuerzos de conservación provean de los múltiples valores de la naturaleza, incluidos los valores intrínsecos de las especies y ecosistemas, al tiempo que se reconocen las múltiples formas en que
las personas se benefician de la naturaleza. Esperamos que este tipo de estudios ayude a tender un puente entre los diferentes valores de la naturaleza que tienen en cuenta los profesionales y los responsables políticos interesados en optimizar los esfuerzos de conservación y desarrollo en todo el mundo".

Entre los colaboradores y socios de este estudio se encuentran: BC3, Ikerbasque, la Universidad de Carleton, la Universidad del Estado de Colorado, el Instituto Multidisciplinario de Biologia Vegetal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (IMBIV-CONICET), Conservation International, la Universidad de Cornell, King's College de Londres, Nature Conservancy of Canada, la Universidad Estatal de Pensilvania, SPRING, Proyecto de Capital Natural de la Universidad de Stanford, SYSTEMIQ, Nature Conservancy, UNEP-WCMC, la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), la Universidad de Berna, la Facultad de Ciencias de la Alimentación, Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de Minnesota, la Universidad de Siena, la Universidad de Tasmania, la Universidad del Oeste de Washington, el World Resources Institute y el World Wildlife Fund.