Dos estudios de ADN, que se publican esta semana en las revistas 'Cell' y 'Science', ilustran y complican considerablemente la expansión humana por América. Estos dos trabajos revelan la existencia de varias oleadas migratorias desconocidas e incluso confirma la existencia en Brasil hace 10.000 años de individuos con un genoma que procedería de Australasia.
Los primeros humanos llegaron desde Siberia hasta las puertas de América hace unos 25.000 años. Después de milenios aislados en Beringia –región formada por el extremo este de Siberia, el estrecho de Bering y Alaska–, la retirada del hielo a finales de la última glaciación propició su entrada en Norteamérica hace 15.000 años. Lo hicieron ya divididos en dos poblaciones genéticamente diferenciadas: una está en el origen de la cultura de Clovis, que se desarrolló en el sur de Estados Unidos y México, y de los primeros humanos que llegaron hasta Patagonia; la otra fue hacia el nordeste y dio lugar a los antiguos pobladores del sur de Ontario (ver imagen).
Sobre el modelo de expansión migratoria en dirección Norte-Sur, «Hemos identificado dos oleadas migratorias desconocidas», indica Domingo Carlos Salazar, arqueólogo molecular e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), y uno de los firmantes del artículo de 'Cell'. Los autores de este trabajo, que han analizado 49 genomas antiguos de América Central y del Sur, han descubierto rasgos afines a los de los individuos de la cultura de Clovis en los genomas de humanos de Belice, Chile y Brasil de hace unos 10.000 años, lo que demuestra que la cultura Clovis se difundió en varios lugares de América. Ese linaje de Clovis sin embargo ya no existe en Sudamérica. «Hace 9.000 años este linaje desapareció y se produjo una nueva sustitución, aunque no sabemos cuándo ni qué población les reemplazó», dice el científico de la UPV/EHU. Además, el ADN antiguo revela que «hubo otro flujo migratorio procedente de California que hace al menos unos 4.000 años llegó hasta los Andes centrales».
Los autores del artículo de 'Science' han encontrado, asimismo, pruebas de otra expansión desde Mesoamérica hacia Norteamérica y Sudamérica hace unos 8.700 años. Más lenta, esta ola no llegó a Patagonia hasta hace unos 5.100 años y es con la que están emparentados la mayoría de los grupos humanos sudamericanos actuales. «Pudieron ser los que borraron a los Clovis de Sudamérica», aventura Antonio Salas, genetista de la Universidad de Santiago de Compostela, quien destaca cómo la genética está descubriendo que «el poblamiento de América fue mucho más complejo de lo que creíamos».
Sin embargo, la mayor sorpresa ha sido la confirmación por el equipo del que forma parte Salas de la existencia, hace 10.000 años en Brasil de individuos con rasgos genéticos propios de poblaciones de Australasia. «¿Cómo llegaron individuos de Australasia hasta Brasil? Es lo más disruptivo. Trastoca todas las hipótesis. Ninguno nos esperábamos algo así», reconoce el genetista, quien cree que no se trata de ningún tipo de contaminación o ruido. Ese 'genoma fantasma', como lo llama Salas, es un enigma para futuras investigaciones.